La Juanita es una de las tantas pymes familiares en Argentina que crecieron a base de esfuerzo, trabajo, y dedicación, pero sobre todo, pasión por lo que hacen. En este caso, la familia Miqueo, con la cuarta generación ya integrada, produce leche y la transforma en quesos, principalmente. Procesan más de 10.000 litros de leche al año y producen 200.000 kilos de quesos.
«Las tres crecimos entre las tinas, en el campo, acompañando a mis papás en las tareas en el campo y la fábrica», cuenta Agustina Miqueo, una de las tres hermanas de la cuarta generación de la familia que ya está metida en el negocio de la familia.
En la actualidad, el papá, Martín Miqueo, es quien sigue siendo el mando en la pyme. Sin embargo, Agustina, junto con su mamá Graciela y su hermana Josefina están involucradas en la toma de decisiones y participan activamente en la gestión del negocio. «Hemos establecido un modelo de gestión compartida donde nuestras opiniones y aportes son valorados, lo que nos permite contribuir al crecimiento y desarrollo de la empresa de manera colaborativa», contó Agustina.
La historia
Ciriaco Miqueo, bisabuelo de Agustina, llegó a la Argentina en 1887 desde Navarra, España, y se dedicó a la actividad tambera. Estuvo unos años en diferentes tambos hasta que en 1923 pudo comprar una fracción de campo en Estación De La Canal, muy cerca de la ciudad de Tandil, y lo llamaron “La Juanita”, como era el nombre de la única hija mujer de la familia.
Con los años quedó viviendo allí su abuelo, Matías Miqueo, quien tenía una actividad diversificada: ovejas, vacas de cría (algunas lecheras). Su papá se puso a trabajar con él a muy corta edad y con pocas vacas entregaba la leche a una fábrica que funcionaba en la ciudad bonaerense.
En ese momento, un camión pasaba a retirar la leche de varios tambos de la zona, y con una carretilla y unos tarros lecheros salían a su encuentro todos los días. En 1975 hubo inundaciones que hicieron que el camión no pudiera pasar a retirar la leche por más de una semana. Pero para los Miqueo, esta desgracia fue la oportunidad de su vida.
Fue entonces que su abuela recordó tener anotada una vieja receta de la familia de un queso pategrás. Manos a la obra: decidieron avanzar en esa receta en un fuentón de chapa con un mechero a gas.
Cuando los caminos volvieron a estar transitables, Martín fue a la ciudad a vender esos quesos y, en ese momento, supo que a eso quería dedicarse.
Luego, en el siguiente invierno, salió a cazar liebres y con los cueros compró la primera tina (olla grande donde se hacen los quesos). Luego vendió las colmenas y con el dinero construyó la primera sala donde comenzaron a elaborar quesos.
Con los años, su mamá Graciela se convirtió en la quesera junto a su abuela, mientras su papa ordeñaba en el tambo, subía al tractor para sembrar y también iba a la ciudad a vender los quesos.
De a poco fueron creciendo y pudieron contratar a los primeros empleados. “Nosotras llegamos y naturalmente la actividad de los quesos fue parte del cotidiano de la familia”, indicó Agustina.
Ahora, ya está la cuarta generación en la pyme. Agustina es Técnica en Industria, y trabaja en la fábrica. Josefina, una de sus dos hermanas, es ingeniera agrónoma y trabaja en la administración y también está la guachera.
Tambo
Actualmente, ordeñan unas 400 vacas en 400 hectáreas de la raza Holando Argentino y procesan más de 10.000 litros de leche por año (promedio de 31 litros de leche por vaca).
El sistema es a base de pasturas con suplementación. Siembran alfalfas en primavera- verano y raigrás en invierno en su propio establecimiento. Además, producen todo el maíz para el silo de complemento.
Fábrica
La fábrica de 300 metros cuadrados y las casas de las personas que trabajan en la actividad del tambo ocupan unas 10 hectáreas de las 400 hectáreas. El resto está dedicado a la producción de pastos. En total, entre tambo y la fábrica, trabajan unas 21 personas.
Industrializan toda la leche que producen y trabajan de manera continua y colaborativa todo el año entre el equipo tambero, además del apoyo constante de un equipo de veterinarios, para asegurarse los estándares de calidad.
“Tenemos la suerte de tener un laboratorio de referencia ubicado muy cerquita en Tandil, en la Facultad de Veterinaria, que pudimos equipar con un proyecto que llevamos adelante en conjunto con el clúster quesero de Tandil (integrado por un conjunto de productores e instituciones) y la Facultad de Veterinarias. Entonces, eso nos permite hacer un seguimiento de este riguroso y en tiempo real además de poder supervisar cada aspecto y asegurarnos la calidad y también trabajar por la mejora continua”, agregó Agustina.
Este año, por primera vez, tuvieron que comprar leche de terceros por problemas en la producción que provocó que faltara la materia prima.
La pyme elabora queso de pasta blanda, semiduro y duro. El último año se elaboraron 200.000 kilos de quesos. Entre ellos, está el queso banquete, que con otras fábricas vienen trabajando para obtener la identificación geográfica, que como las denominaciones de origen, nos permiten hacer un registro de este producto que está asociado con el territorio, con la historia, con una forma de hacer queso.
También hacen dulce de leche, manteca y siempre buscan otros desarrollos.