MAR DEL PLATA.- “Me falta Guillermo Bredeston”. Carlos Rottemberg se pasea con sabor ambivalente por el hall del Teatro Atlas, una de las seis salas de su propiedad en la ciudad. Si el año pasado, su empresa de producción teatral cumplió las bodas de oro, anoche la obra Brujas«>Brujas, una de sus producciones más icónicas celebró sus 34 años de vida.
La trascendencia del acontecimiento hizo que fuera la velada elegida por Mirtha Legrand«>Mirtha Legrand para comenzar con su raid teatral. “La Chiqui” fue la invitada de honor de la gran gala en la que no faltaron la torta, las velitas y el “cumpleaños feliz” cantado por las 700 personas que colmaron la platea.
“Se despide definitivamente, donde nació hace 34 años”, reza la leyenda que enmarca la gigantesca marquesina que da a la tradicional esquina de Luro y Corrientes, a una cuadra del mar. Allí, en ese mismo teatro, comenzó a escribirse esta inusual epopeya escénica.
El 3 de enero de 1991 se estrenó este espectáculo que marcó un hito dentro de la escena comercial de nuestro país, abrió la puerta a un sinnúmero de piezas protagonizadas solo por mujeres e instaló algunas temáticas que, en su momento, resultaron desde disruptivas hasta incómodas para una sociedad aún no acostumbrada del todo a que señoras adultas pensaran en voz alta tópicos como la sexualidad, la infidelidad, el amor inclusivo, los mandatos religiosos y la traición en la amistad.
“El 3 de enero de 1991 estaba acá parado con Guillermo Bredeston, ese es el corolario de lo que me falta esta noche”, remarca Rottemberg, “el señor de los teatros”. Rottemberg y Bredeston eran socios cuando decidieron montar la obra Entre mujeres, del autor español Santiago Moncada. El director Luis Agustoni “peinó” y actualizó el texto y Linda Peretz, entonces esposa de Rottemberg, la bautizó con el nombre que se convertiría en marca. “Así les dicen los varones a sus esposas, ese es el título”, propuso la actriz, hoy presidenta de la Casa del Teatro. No le erró.
Nora Cárpena, esposa de Bredeston, fue parte fundacional del elenco. Rápidamente se sumó su amiga Thelma Biral. Luego llegaron Graciela Dufau y Susana Campos. Y, finalmente, por iniciativa de Cárpena, apareció el nombre de la entonces primerísima vedette Moria Casán. Elenco atípico, curiosa amalgama de prestigio nacional y popular. Un golazo de media cancha.
“Era la única que venía de otro palo, el de la revista. Me llamó el gran Guillermo Bredeston cuando me estaba por ir a Miami a descansar, me comentó sobre la obra y que Nora había pensado en un papel para mí. Cuando me dijo los nombres de mis compañeras sentí como campanitas e inmediatamente creí que sería un gran éxito, que se trataba de un proyecto angelado, pero nunca me imaginé que duraría 34 años. Corté con Bredeston y le dije a Mario Castiglione, mi marido en esa época, ‘voy a aceptar y será impresionante’”.
“Al ensayo general vino Juan Carlos Calabró y nos dijo: ‘Chicas, tienen obra como para tres años’”, recuerda Nora Cárpena, mientras que su compañera Graciela Dufau rememora lo que le pensó en aquel momento: “Este hombre está loco”.
Cárpena y Dufau reciben a LA NACION en el camarín de quien fuera la mujer de Guillermo Bredeston. Allí están las intérpretes, con los ojos humedecidos por la emoción que significa ser parte constitutiva del fenómeno. “No vamos a llorar desde ahora”, se autoimpone Cárpena, pero piensa en todo lo que sucedió en estas tres décadas y su augurio le resulta imposible. Pañuelo de papel para que no se corra el maquillaje antes de arrancar.
Cuando la comedia se estrenó ninguna de las actrices era abuela. Hoy, todas tienen nietos y todas han enviudado. Brujas atravesó la vida de estas mujeres estelares. El espectáculo escribió su propia historia. Y lo sigue haciendo.
“La noche del debut esperé subir al escenario acompañada por Sofía Gala (su hija), que tenía tres años. Que sigamos durante 34 años las fundadoras Cárpena, Dufau y yo es para el Guinness. Rottemberg dice que con Brujas se le rompió el amperímetro y fue el tanque teatral que le permitió hacer muchas otras obras”, cuenta la imponente mujer que acompaña la sesión de maquillaje con buena música. A un costado descansan las distintas pelucas que utiliza su personaje.
Fernando Baier, el asistente todoterreno, otro puntal de Brujas, les anticipa a las actrices que resta media hora para salir a escena. En el extenso patio de camarines ubicado en el subsuelo ya se comienza a escuchar ese sonido deseado, el murmullo de los espectadores que llenarán la sala en la función aniversario.
“Moria Casán. Brujas, 34 años” se lee ni bien se baja la escalera que arranca en el foyer. Se trata del camarín más grande, el que utilizó no solo durante los siete años que Brujas ya estuvo en el Atlas, sino en las tantísimas revistas que encabezó junto con Nito Artaza y Miguel Angel Cherutti. “Le dije a Nito que quería un tres ambientes y me lo construyó”, dice Moria, mientras Fernando “Pato” Galmarini, su pareja, la escucha atentamente sentado a un costado. La diva se maquilla y piensa en voz alta, para ella tampoco es una noche más, aunque, a su estilo, trata de desdramatizar la cuestión. “No tuve nervios cuando debutamos en 1991, porque comencé mi carrera desnuda sobre un escenario, entonces nada superará ese debut tan arriesgado y al límite”, filosofa la actriz.
Graciela Dufau lanza una carcajada y aún se sorprende con lo que sucedió durante la tarde previa a levantar el telón por primera vez: “Me llamó Moria para invitarme a la pileta de su casa y yo le respondí: ‘Hoy es el estreno’. Ella, muy suelta de cuerpo me dijo: ‘Olvidate, fue ayer, quedate tranquila, vení´, porque veníamos haciendo varios ensayos generales”.
“En la década del 90 se habló mucho sobre cómo se llevaban las ‘brujas’, creo que este final contesta cómo se llevaron”, reflexiona con sentido común Carlos Rottemberg.
El hall ya está repleto de espectadores. El piazzato de la escena está dispuesto para esperar el ingreso de la gente. Allí está montado ese living que recibirá a las cinco figuras. Algunas personas ya comienzan a ocupar sus butacas, muchos otros se agolpan tras las vallas montadas en la amplia vereda para esperar la llegada de Mirtha Legrand.
“¿Por qué hay tanta gente?”, pregunta una señora que pasea con su marido. Cuando le informan el acontecimiento, no duda en abrirse paso y quedarse ubicada en la primera línea de fuego, lista para tomarle una imagen a “La Chiqui”. “Venimos de Salta y queríamos estar presentes en esta función de Brujas, pero no sabíamos que también venía Mirtha”, sostiene una mujer de mediana edad, gratificada por el “bonus track” que le deparará su ticket adquirido bajo la modalidad de “precios amigables”, la propuesta de Rottemberg que busca que el valor de las localidades no espante a nadie.
Mientras el ritual de los espectadores alborota la calle, en el subsuelo, otra mística sigue su curso. “En todos estos años, solo falté una noche, tengo una salud de fierro”, se ufana Casán, antes de salir con su sahumerio a “limpiar y bautizar” el ambiente con buena energía. Sus compañeras le abren las puertas de sus aposentos confiadas en el ritual. Luego, llegará el brindis con las copitas y el trago que atesora María Leal en su camarín, otra de las supersticiones antes de subir al escenario. “Las que más cábalas tenemos somos Moria y yo”, reconoce María Leal.
“Es inédito que un equipo de este tipo se haya mantenido intacto durante tantos años. Hace tiempo falleció Susana Campos, y Thelma Biral estuvo haciendo la obra hasta hace algunos meses”, sostiene Rottemberg.
En febrero del año pasado, Luisa Kuliok «>Luisa Kuliok reemplazó a Thelma Biral«> Thelma Biral, quien se alejó debido a algunos problemas de salud ya superados. La legendaria actriz, lorquiana hasta la médula, el viernes se comunicó con algunas de sus excompañeras. Seguramente, ayer a las nueve de la noche, Biral, desde su piso de Recoleta, también estaría rememorando aquella fresca noche marplatense de 1991, aunque menos fría que la de ayer, con temperaturas invernales en un verano que aún se hace desear en la Costa Atlántica.
Luisa Kuliok debutó en la obra el 2 de febrero del año pasado en el escenario del Multitabaris. Rápidamente se amalgamó al staff y su nombre resultó, desde el vamos, muy orgánico a la propuesta. “Entré a un grupo energético de mujeres potentes, yo me preguntaba ¿cómo se hace?, porque ellas tenían detrás 33 años de historia, era un desafío grande y hermoso”, dice la actriz, quien espera con la silla preparada para la charla.
“Con Thelma nos queremos mucho, somos muy amigas. Hoy le escribí y le dije: ‘Este lugar es el tuyo, las circunstancias hicieron que yo esté participando y poniendo lo mejor de mí en el escenario’. Esta celebración es de esta mujer y del resto de las brujas, las originales, que han recorrido 34 años en el escenario y de vida en común, de crecimiento personal y hasta de pérdidas. Esto es de ellas y me conmueve que me hayan invitado a compartir este final”, entiende, muy ubicada, Kuliok.
Aquel 3 de enero de 1991, Luisa Kuliok, megaestrella de la telenovela internacional, no se encontraba en la Argentina, estaba recibiendo el codiciado premio Telegatto por La donna del mistero, como se bautizó en Italia a La extraña dama, una de las ficciones que protagonizó y que también haría historia en su rubro.
María Leal lleva cinco años en Brujas. “Son muchos, nunca hice una obra durante tanto tiempo”, reflexiona la actriz y, con sentido común, entiende que “si supiéramos cómo se hace un éxito, nadie fracasaría, pero siento que esta obra no para nunca, pasa de todo, vamos de la risa a la cachetada y el llanto”, define, intentando buscar una explicación.
“No sabíamos cómo iba a reaccionar la gente. Uno cuando estrena un espectáculo, anhela que sea un éxito, pero nunca pensamos que sería de esta manera”, dice Cárpena, quien, durante la década del 80 se “apoderó” del extinto Teatro Hermitage, donde, junto con Guillermo Bredeston, Emilio Disi y Dorys del Valle, encabezó -durante siete años seguidos- una compañía de comedias sumamente exitosas. Podría decirse que Cárpena es otro de los nombres ineludibles de esta ciudad donde nació Homero, su padre, un recordado actor.
Está claro que no hay fórmulas para lograr un suceso y la incógnita es parte de la ecuación. “Cuando nos pasamos al Ateneo, dudábamos cómo nos iría, porque es diferente Buenos Aires a Mar del Plata”, dice Graciela Dufau y Nora Cárpena, en igual sintonía, recuerda que “cuando nos propusieron volver a Mar del Plata, nos pareció insólito tener que repetir la temporada, nos parecía que no funcionaría tan bien”. A pesar de contar con tanto oficio, se equivocó. Durante siete años repitieron el ritual entre el Atlas y el Ateneo.
Luego de alguna pausa, retomaron la tournée en el Corrientes de Mar del Plata, una sala que ya no pertenece a Carlos Rottemberg. Aquella temporada el slogan era “sabían que algún día iban a volver”. Las mujeres de escoba en mano regresaron y nuevamente arrasaron.
Sobre las nueve de la noche, Marcelo, el histórico chófer de Mirtha Legrand, arrimó el automóvil importado que trasladaba a la diva. Allí la esperaba el dueño de casa. Junto con Héctor Vidal Rivas y algunos colaboradores cercanos, como el periodista y relacionista público Alejandro Veroutis.
Además de la multitud de público, los medios nacionales y locales se acercaron a la estrella para obtener el testimonio de la estrella, quien posiblemente arranque la nueva temporada de su programa La noche de Mirtha en febrero y desde el hotel Costa Galana de esta ciudad, donde se encuentra alojada en la suite presidencial que balconea a Playa Grande.
Espléndida, Legrand descendió del vehículo luciendo un vestido de largo diseñado por Iara y peinada por Leo Cosenza, su habitual coiffeur porteño, también de vacaciones en esta ciudad.
Con los acordes de “Emperatriz”, el famoso tema compuesto por el maestro Luis María Serra, y del brazo de Carlos Rottemberg, “La Chiqui” descendió por la extensa platea del Atlas hasta ubicarse en una de las primeras filas. No faltaron las ovaciones y aplausos de pie. Un espectáculo en sí mismo.
Con la invitada de honor ubicada en su butaca y las luces apagadas de la sala apagadas comenzó la fiesta teatral. Una vez más. Como desde hace más de tres décadas.
En el escenario hay un texto de base que va llevando el material desde la comedia hilarante al drama con total naturalidad y organicidad. En el medio, Cárpena dispara guiños para sus compañeras. A Luisa Kuliok le dirá “vos hacé de La extraña dama”, en relación a la exitosísima tira que protagonizó su compañera; y a Moria Casán le aconsejará “si querés llorar, llorá”, emulando la frase de la exvedette. El público ovaciona cada latiguillo.
Los espectadores hacen un espectáculo aparte y hasta cantan a coro ”estaba la paloma blanca sentada en un verde limón” impulsados por el “ayuden” que les indica Nora Cárpena. Una fiesta teatral donde Bertolt Brecht se regocijaría con la ruptura de la cuarta pared y el ejercicio inmanente y popular de su famosa técnica del “distanciamiento”. Que no se ofendan los teóricos del metier, pero Brujas también es “brechtiana”.
“Llegado ya el momento de la separación, formemos compañeras, una cadena de amor”. El tema de despedida de los scouts, entonado por las cinco exalumnas de colegio que se reencuentran luego de varias décadas de recibidas, se convierten en conmovedoras armonías que emocionan a la platea sobre el final de la función.
Luego del eufórico grito “aguante el teatro” de parte de las cinco protagonistas, subió al escenario el empresario Carlos Rottemberg, quien pronunció unas emotivas palabras rememorando la historia y describiendo el fenómeno desde una mirada humana y sentida.
“Un año antes de Brujas, en este teatro Mirtha hizo Tovarich, que luego fue al Ateneo de Buenos Aires. Así que Mirtha le abrió paso a Brujas”, dijo el empresario y luego, pidiéndole permiso a la diva, contó que, cuando Legrand decidió despedirse de la escena la excusa fue “ya estoy grande”. Todos rieron, dado que aquella sentencia de la diva se dio hace 35 años. “La Chiqui” no hace teatro desde entonces, pero sigue bien activa. “Mirtha nos pavimentó el camino”, dijo Moria y la platea estalló en una carcajada.
“Son cinco actrices maravillosas, es muy difícil hacer esto todas las noches, las felicito”, dijo la diva, micrófono en mano, y ante el agradecimiento de las protagonistas. Un saludo especial de parte de Nora Cárpena pareció saldar algunas cuentas pendientes que había entre ambas.
Una enorme torta con sus respectivas velitas y un grandilocuente número 34 enmarcaron el “feliz cumpleaños” que todo el público coreó como si se tratase de la fiesta de un familiar o un amigo cercano.
Brujas escribió páginas doradas dentro del espectáculo argentino. Un récord que se suma a obras de larga permanencia como Cuando los duendes cazan perdices, con el inolvidable don Luis Sandrini, o Salsa criolla, la creación del recordado Enrique Pinti, aunque, en ningún caso, se iguala el tiempo en cartel de la comedia dirigida por Luis Agustoni -fallecido en enero de 2023-, un fenómeno que no solo no declina, sino que, desde el 18 de enero, los sábados realizará dos funciones. ¿Cuál será el próximo récord que tendrá entre manos Carlos Rottemberg?
“Después de Brujas llegaron muchísimas obras hechas por mujeres, pero todas debutaron, estuvieron un ratito y bajaban de cartel”, reconoce Moria con inocultable orgullo.
“Nunca se rompió el hechizo y me parece muy valioso venir a despedirse en la misma sala, fue una medida inteligente no quedarnos con la despedida de Buenos Aires y venir a hacerlo acá”, concluye Rottemberg. Los hombres no lloran, pero él tiene ganas de hacerlo. Piensa en aquel niño de Lomas del Mirador que iba al cine de la avenida Provincias Unidas, al que su madre llevó a la rastra a ver La novicia rebelde a la calle Lavalle, el que se inició pasando películas, el que hizo de las cifras de los bordereaux un mantra.
Rottemberg contiene la emoción. Debe ocuparse de acompañar a la Legrand hasta su vehículo y eso lo salva del “papelón” de lagrimear en público. El productor es un hombre de palabra, pero ¿será ésta realmente la despedida definitiva de Brujas?
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