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El original nos empuja a hacernos preguntas

Desde 1990 “Vivitos y coleando”, la creación de Hugo Midón y Carlos Gianni fue demostrando que es un clásico. Por eso siempre vuelve a los escenarios. Ahora se la podrá ver el domingo 11 de mayo a las 12 en el Auditorio Belgrano, para luego volver en las vacaciones de invierno, desde el 19 de julio hasta el 2 de agosto. El elenco está encabezado por Osqui Guzmán, Julián Pucheta y Flavia Pereda, con dirección general de Chacho Garabal.

Los horarios de este tipo de teatro les permiten a los tres intérpretes conjugar con otros trabajos. Es así que Osqui Guzmán integra de miércoles a domingo el elenco de Druk junto a Pablo Echarri, Carlos Portaluppi y Juan Gil Navarro en el Metropolitan. Hoy anticipa: “Los actores con los que hicimos Centésimo mono volverán a presentarla en junio en Timbre 4. También reestrenamos con Leticia González De Lellis, mi compañera, Waminix en El Galpón de Catalinas con el grupo Proyecto Migra, es circo contemporáneo. Además nos encargaron del Primer Festival de Teatro para la infancia en Miami un espectáculo que estrenaremos allí se llama “El príncipe heredero”, donde hacemos doce personajes. Además a fin de año se presentará la serie “El tiempo de las moscas” para Netflix con Nancy Dupláa y Carla Peterson, donde participé.”

Mientras Julián Pucheta volverá al teatro de la Ribera con el musical “Benito de La Boca” sobre Quinquela Martín, los viernes y sábados, desde el 16 de este mes. “Sigo –afirma– dando clases de actuación en comedia musical. Son varios de los actores de “Matilda”, “School of Rock” y “Derechos Torcidos”. Generé un espacio en el Auditorio Belgrano, gracias a Chacho Garabal. Son ocho clases y después se renuevan los alumnos, que están en una pre adolescencia”.

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Flavia Pereda compartirá obras para más chicos con el musical “Mamma mía”, ahora con Marisol Otero encabezando el elenco. Afirma: “Con la productora Galaxias creativas de Chacho Garabal estaré también en “Cuentopos de gulubú” dentro de la programación del Complejo Teatral de Buenos Aires y sumaré las funciones de otro espectáculo para toda la familia: “Monster Buu Band” en el Auditorio de Belgrano”.

—¿Cómo se vuelve a una obra que tiene tantos años? ¿Envejeció? ¿Hicieron cambios?

OSQUI GUZMAN: Tanto Gianni como Midón hicieron un trabajo muy meticuloso sobre la esencia de una identidad. Es por eso que pasa el tiempo y permanece vigente. El material nos obliga a ser más contemporáneos, nos empuja a hacernos preguntas. Nos renueva esa voluntad de poner el ojo en nuestros problemas y en el otro. Fue sometida a diferentes tipos de públicos y extraña la manera en la que todos se sienten interpelados.

JULIAN PUCHETA: Ya la vieron tres generaciones, te encontrás con la abuela, la hija, y los nietos. Creo que es un clásico, por eso atraviesa edades. En la puesta que nosotros proponemos siempre lo lúdico es lo primordial. Hemos encontrado de alguna manera cómo traer el estilo, sobre todo en las escenas e incluso en las canciones. En el sketch del teléfono de línea lo adaptamos y hoy es un celular. El material tiene que ver con que los conflictos nuestros y sobre todo en una sociedad tan cíclica donde siguen siendo los mismos. La esencia no pasa de moda, como los vínculos humanos y las relaciones.

FLAVIA PEREDA: Justamente siempre es actual. Lamentablemente por un lado y por el otro es el juego permanente de lo que él quería decir y sostenerlo en el tiempo. Queremos mantener vivas estas obras tan importantes. Primero porque son los valores que hay que tener, el reconocimiento de las cosas simples, el encontrarse a los ojos, el no estar solo, siempre en comunidad para poder hacer y luchar por lo importante. Los deseos que la Argentina y la vida sean siempre un poco mejor con la ayuda de todos esos valores mancomunados.

—¿Qué tipo de intérprete creen que exigen las obras de Hugo Midón?

O.G: Tiene que tener la capacidad de desmoronarse para brillar con la nariz de payaso, porque ahí hay un punto poético muy contundente. Es la máscara más pequeña del mundo y nos lleva a nacer de nuevo, a no pretender nunca nada. A descubrir nuevamente el mundo. El payaso que creó Hugo (Midón) se desnuda, muestra su corazón, emocionalmente lo da todo y tiene expectativas que se derrumban, pero así todo, aunque se quede sin nada, sigue adelante. Solamente con la voluntad de mirar a los demás, de contagiarles esta felicidad y alegría de volver a verse a los ojos. Puede decir sí: soy payaso con todo el orgullo.

J.P: Nosotros trabajamos con nuestro payaso, creo que hay uno en todos. Para mí es lo más primigenio, lo más honesto que uno tiene, sumado al juego y poder manejar esa inocencia, ingenuidad y vulnerabilidad. Me parece que Hugo (Midón) proponía ese autoconocimiento, una manera lúdica de expresarnos y de reírnos de nosotros mismos principalmente.

F.P: Un intérprete que esté totalmente entregado al juego. Es un tipo de clown, pero más que nada tiene que estar despojado de cualquier peso, debe tener sentimiento y emoción. Las obras de Hugo Midón se rigen por la ternura, todo lo que quiera decir para que llegue a un espectador, tanto de uno a cien años. Tiene que ser un actor muy predispuesto, liviano y con mucho compromiso. Porque parecería sencillo ponerse la nariz, pero es una responsabilidad hermosa.

—¿Trabajaste con Hugo Midón?

O.G: Nos conocimos cuando me dirigió en El grito pelado de Oscar Viale, en el teatro de la Ribera, en el 2003. Y ese mismo año me convocó para que integrar el elenco de su espectáculo Derechos torcidos.

—¿Cómo es el público infantil?

O.G: La única diferencia es que los niños y niñas no están enfermos de convencionalismo, mientras que el público adulto sí, está totalmente rotos de ficción. Se los ve consumido por una realidad, la entrada les ha salido cara, tuvieron que elegir, dejar el auto en un estacionamiento y un montón de responsabilidades más. Mientras que los niños lo que hacen es intervenir en la obra, te hablan, porque no están enfermos de convención, Lo que les sucede es que están atentos a la función, que es la teatralidad. Y hay otros niños que ven un payaso y empiezan a soñar, sin sacarte los ojos de encima. Involucra al espectador desde todos los sentidos, ideológico, humanístico, emocional, lúdico y poético.

J.P: Desde la pospandemia empecé a hacer muchas más funciones para las infancias. Para mí el teatro es juego y mentira, pero es verdad. Es identificación y te hace más sensible. Por eso los niños están totalmente predispuestos todo el tiempo. Cuando uno es pequeño hace teatro con una servilleta. Cuando crecemos, perdemos esa capacidad, nos gana la vergüenza, la timidez y perdemos lo lúdico. Con el payaso se rescata la capacidad de jugar, reírse y tener la libertad total de la asociación de imágenes. Y en los niños eso está a la orden del día, lo viven de esa manera.

F.P: Estas obras son para toda la familia. El público infantil es el más genuino. El niño te dice la verdad, si la pasó bien o mal, confiesa lo que siente. No hay forma de tergiversar ese pensamiento o sentimiento, porque no se lo puede manipular. Además las obras de Midón y Gianni quienes conformaron un incomparable llegan con mucha facilidad al público. Se transforman en un recuerdo que queda permanente, ya que las canciones tienen melodías diferentes que los hace conocer el tango, el candombe, el vals y la milonga. Se van con esos conocimientos musicales y los aceptan desde el segundo que comienza el espectáculo.

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