InicioPolíticaEstalló la guerra fría entre Kicillof y Cristina

Estalló la guerra fría entre Kicillof y Cristina

No podía faltar la frutilla de la interna peronista en la provincia de Buenos Aires. En una semana cargada de mamporros sueltos, perdidos (Emilio Monzó versus Facundo Manes en la presunta coalición del centro), la multiplicación de agravios y provocaciones femeninas en la Cámara de Diputados contra un José Luis Espert con sangre de horchata, que no se crispa ni con el aroma embriagador de los excrementos arrojados sobre su casa, se desató la escandalosa guerra entre Axel Kicillof versus Cristina y su hijo Máximo. El mejor de los combates. Ocurre que horas previas a la tensa cumbre de ayer al mediodía en Merlo –donde finalmente no ocurrió nada y fueron corriendo a sus viviendas–, los congresales del PJ bonaerense ya habían cruzado armas. Ocurrió en otra localidad vecinal, donde la burocrática muchachada del PJ se encontró para dilucidar poderes, repartos y candidaturas. Sin acuerdo, claro. O con uno tan falso a cumplir después del miércoles próximo, cuando vence la presentación para los comicios provinciales de septiembre, que nadie arriesga un doblón por ese entendimiento partidario.

El insulto cruzado entre Katopodis y Máximo K marcó un punto de no retorno

Había empezado el áspero encuentro con la discusión sobre la presencia o no en el Congreso de la agrupación que montó el gobernador Kicillof bajo la sigla MDF: moción derrotada. Madre e hijo 1, Axel cero. Luego se avanzó en debatir el lugar donde finalmente se juntaron ayer, con Fernando Espinoza invitando a La Matanza y la Cámpora proponiendo Merlo. Mientras, la gente de Kicillof ofrecía cuatro alternativas, sin gustar ninguna. Demasiada oferta, poca convicción. Mucho nervio en esos intercambios orales y Gabriel Katopodis, ministro del Gabinete bonaerense, en una de las tenidas, incurrió en el hábito de los jóvenes y viejos de ambos sexos, y de otros sexos también, que han incorporado como muletilla constante en su lenguaje, de forma hiriente, despreciativa o cariñosa, el término “boludo”. Vale para cualquier situación, atraviesa el arco del agravio a la simpatía. Dicen que bajo ese imperio, se sirvió de esa palabra acomodaticia para referirse a Máximo más como un “boludo” convencional que como un “boludo” inútil. Pero lo hizo. Quizás harto de que así lo denominen desde chico, disminuyéndolo, el hijo de Cristina reaccionó:

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“¿A quién le decís boludo, pelotudo de mierda?”, replicó encendiendo la audiencia y levantando el tono al tiempo que saltaba de la silla agregando gritos y más improperios. Al guapo A se le adosaron enseguida sus fieles de La Cámpora y, por su parte, el guapo B, Katopodis, hacía lo mismo. Típica escena de un alboroto en la tribuna de una cancha, en la que nadie llega a pegarse mientras los dos involucrados gritan “agarrame que lo mato”. Se hicieron, por lo tanto, dos bandos para contenerlos, aunque a algunos quizás les hubiera encantado que los protagonistas hubiesen cambiado algunas trompadas. La guerra entre los ausentes Cristina y Kicillof estaba desatada, en su esplendor, y se prometía ardorosa para continuar luego. Sin embargo, aflojaron las tensiones, se concilió en la cita de ayer en Merlo y, como si fuera una gentileza disfrazada de emboscada, Máximo y sus muchachos concedieron en pos de la unidad que el gobernador haga por su cuenta la lista de candidatos para la elección de septiembre y que, luego, Cristina, además de revisarla, quizás realizara ciertos retoques. O sea, el propio Máximo y La Cámpora digitaban más tarde quienes son los postulantes distritales, se convierten en los dueños de la lapicera con la doctora. Tan obvia la trampa que ni Sergio Massa concurrió ayer a la convocatoria. Una pícara insolencia ante un Kicillof que ni abona adhesiones: no llama a intendentes que podrían acompañarlo ni se comunica con gobernadores que ya han puesto un cinturón sanitario al domicilio de Cristina. Imponen la consigna: declaramos que la queremos libre, pero no vamos a acercarnos a ese paradero en Montserrat, tenemos más para perder que para ganar con esas visitas. Además, ya empiezan a costar plata.

La tregua fue una puesta en escena: Kicillof arma las listas, pero Cristina las revisa

Piensa al revés el eterno Mario Ishi, quien minutos antes de la reunión de ayer del PJ bombardeo el plenario pretendiendo desbaratar una cuestión que parecía cerrada: Kicillof había separado las elecciones distritales en septiembre de las nacionales en octubre, contra la voluntad de Cristina. Ahora, el intendente de José C. Paz quiere unificarlas. Suspenso para una batalla que el gobernador y otros intendentes creían ganada. Nada se dijo de este tema en la protocolar y veloz reunión de ayer en Merlo, cumpliendo las escrituras de la ley. Cristina y los hunos de La Cámpora presionan al extremo, no dejan ni las miguitas en la mesa, y si no se les complace, hasta dicen que sería mejor trasladarle las responsabilidades electorales a Kicillof para que, si se pierde, cargue el observador con todas las culpas y desaparezca del tablero en 2027. Cuesta creerles, siempre quieren todo ahora. Como si todavía fueran jóvenes.

Cuesta imaginar una renovación cariñosa entre Axel y Cristina, más entre otros participantes: imposible que Mayra Mendoza (Quilmes) vaya junto a Jorge Ferraresi (Avellaneda). Se manifiestan tan separados como si los dividiera la religión. Ni el odio a Javier Milei parece alinearlos, aunque instalen una mesa compartida con la cabeza de Máximo y la de Axel y la promesa de no abandonar nunca la militancia. Lo dijo Florencia Carignano cuando le gritaba “cagón” a Espert en el mismo Congreso, ya que se puede ser “diputada y militante”. Como Alesia Abigail, la ministra de Kicillof que fue a arrojar mierda a la casa de Espert –y no por las inopinadas declaraciones del legislador sobre la pena de muerte–, argumentando que se puede ser “militante y funcionaria”. Todo por una “Cristina libre” en los comunicados.

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