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Rosa pálido?: las demandas disruptivas en el consumo de carne vacuna que llegan al exclusivo negocio de exportar

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En muchos mercados del hemisferio norte la carne demandada no es la producida con un novillo criado a pasto que da carne magra, de color rojizo fuerte y posibilidad de grasa amarilla, sino que los consumidores de Estados Unidos, de países de Europa y de Japón demandan un producto con mayor grado de grasa intramuscular, con poca grasa de cobertura de la res, que debe ser blanca, carne color rosa pálido y gran área de ojo de bife

En el mundo hay distintos sistemas de producción de carne vacuna -pastoril, a corral, mixtos, etc.- que dan diferentes calidades de carnes. La Argentina, por ejemplo, se ha caracterizado históricamente por su reconocida calidad proveniente de animales criados a pasto de la manera más natural posible. Por otro lado, está la carne producida con sistemas intensivos de encierre a corral, que tiene características distintas.

En muchos mercados del hemisferio norte la carne demandada no es la producida con un novillo criado a pasto que da carne magra, de color rojizo fuerte y posibilidad de grasa amarilla, sino que los consumidores de Estados Unidos, de países de Europa y de Japón demandan un producto con mayor grado de grasa intramuscular, con poca grasa de cobertura de la res, que debe ser blanca, carne color rosa pálido y gran área de ojo de bife. Se demandan reses y cortes consistentes, homogéneos, de la misma forma que se ha logrado con los pollos y cerdos.

Entonces, no habría que quedarse con el concepto tradicional de que “la mejor carne es la producida a pasto”, como la que ofreció históricamente la Argentina, sino que hay diversas calidades en función de los demandantes de distintas partes del mundo”, afirma Santiago Debernardi, CEO de Select Debernardi.

El experto pone énfasis en la necesidad de empezar a pensar en el segundo tipo de carne, que no necesariamente es la producida a pasto, que demandan muchos consumidores de países importadores. “No hay que quedarse con un solo concepto referido a la calidad de carne” subraya. Para producir otros tipos de carnes, Debernardi dice que hay que tener en cuenta los factores ambientales y los factores genéticos.

“El producto debe concebirse desde el origen, en el entendimiento que animales que han sufrido alguna restricción a lo largo de su vida pueden no generar el tipo de carne que demandan los consumidores de alto poder adquisitivo. En ese sentido, citó estudios de la epigenética que demuestran que el estrés que puede haber sufrido un ternero en el vientre de la madre afecta la cantidad de las fibras musculares y de la grasa que puede deponer a lo largo de su vida. Es decir, el ambiente puede alterar la expresión de los genes favorables que puede tener un tipo de animal. Expresado de otra manera: está demostrado que animales que han sufrido desde el principio de su vida van a dar menor calidad de carne en estado adulto que los que no sufrieron. Este fenómeno arranca desde el momento en que el ternero es simplemente un embrión.

Por otro lado, la genética influye marcadamente en la producción y calidad de carne vacuna. Así, en Estados Unidos la selección pone el acento en la capacidad de crecimiento y engorde de los animales, pero también en la calidad de carne.

“Hay toros que tienen capacidad de depositar grasa intramuscular en mayor medida que otros y este rasgo tiene un área heredabilidad intermedia a alta, del orden del 45%. Lo mismo puede decirse del área del ojo del bife, otro rasgo importante para la selección”, afirma.

Dicho de otra manera: hay toros con buena capacidad de crecimiento y malos en calidad de carne. Entonces, “al seleccionar un reproductor en la Argentina, no solo hay que elegir animales por su capacidad de crecimiento y por su producción cuantitativa de carne, sino empezar a seleccionar por aquellos parámetros que afectan la calidad de la carne, como, por ejemplo, el área del ojo del bife y la proporción de grasa intramuscular”, recomienda Debernardi.

Un lote de hacienda para faena

Hay muchos toros con esa información en Estados Unidos y en la Argentina. Por ejemplo, en Estados Unidos se paga la calidad de la carne y entre una categoría premium y una considerada commodity puede haber una diferencia de precio de hasta 30%.

Las categorías norteamericanas en carne vacuna son:

En Estados Unidos, los frigoríficos pagan en forma diferencial a los feedlots los animales de distintas calidades de carne, lo que a su vez deberían trasladar a los criadores. Otro factor que se puede manejar con la genética es la grasa de cobertura de la res. Los compradores no quieren que tenga demasiado espesor. “Se necesita una grasa mínima para que la res no se queme en la cámara, pero no más que eso; todo el exceso va al tacho de basura”, alerta.

El exceso de grasa en novillos perjudica a toda la cadena comercial, desde el frigorífico, pasando por el carnicero para llegar al consumidor y el experto explica que también hay genética para manejar este rasgo.

No obstante, también aconseja articular genéticamente esta necesidad comercial del producto terminal con los requerimientos de las vacas en la etapa de cría: el desafío es producir novillos que no tengan un exceso de grasa de cobertura, pero combinando esta característica con la capacidad de engrasamiento que se busca en el ganado maternal para enfrentar momentos críticos de disponibilidad de forraje.

Las tres características citadas son los más importantes para evaluar la calidad de carne. También son deseables otras, pero por ahora no son considerados económicamente por los compradores. Uno de ellos es la terneza, que se mide con la presión que debe ejercer una guillotina para cortar la carne, pero por ahora ningún frigorífico la paga.

Pablo Guimaraenz, de remera oscura, asesorando a productores

Otro factor importante es el rendimiento de la res, aspecto que se mide con el peso de la carcasa con relación al peso vivo. En general, los rindes mayores están asociados a animales con mayor musculatura. “Si se entiende que el producto final del ganadero es la carne de calidad, los criadores, al elegir los toros, además de mirar los datos que tradicionalmente se consideraron, deberán empezar a darle cada vez más importancia a otros rasgos de importancia económica como el peso de la carcasa, el área del ojo del bife y el marmoreo”, aconseja Debernardi.

En la calidad de carne, las razas abanderadas son las británicas. Por ejemplo, en Estados Unidos se creó una categoría especial -Angus Certificado- que garantiza determinada calidad comercial del producto. Las razas sintéticas del norte también están generando información en estos rasgos.

En síntesis señala que “están cambiando los criterios para evaluar la producción de carne; hasta ahora se consideraba lo cuantitativo, es decir los kilos de carne por hectárea o por animal; es hora de empezar a mirar lo cualitativo -la calidad- y no quedar atrapados de la tradición, si se tiene en cuenta que la Argentina va hacia el aumento de sus exportaciones que deberían tener en cuenta, inexorablemente, lo que demandan los consumidores de otras latitudes del mundo.

Durante muchos años la calidad de carne vacuna no fue reconocida por los frigoríficos argentinos. Sin embargo, desde hace dos años, el frigorífico Azul Natural Beef comenzó a valorar esas características. Es una planta que destina el 80% de la producción exportación y el 20% restante se orienta al consumo interno.

El modelo de compra demanda novillos y vaquillonas con un peso mínimo de 480 kilos en la fábrica y que no excedan de cuatro dientes. Pueden ser terminados a campo con suplementación o directamente de feedlot.

“En la hacienda recibida en el frigorífico, además de los parámetros tradicionales, se consideran los atributos de marmoreo, área de ojo del bife y color de la carne y de la grasa”, explica Pablo Guimaraenz, gerente de Compras del frigorífico. Además, se establece una relación entre músculo, grasa dorsal y hueso durante el desposte, con la cual se hace una predicción sobre el resultado esperado de cada animal.

Marmoreo de grasa intramuscular

El sistema de compras asegura precios de mercado, pero a las 48 horas se determinan los atributos de calidad mediante mediciones individuales. Estos datos permiten generar una bonificación del precio del 6 al 13% sobre el valor base. Además, al medir animal por animal, se le devuelve al ganadero un análisis con la performance de cada cabeza faenada. “De esa manera, el productor puede asociar los datos de la planta con los de campo, por ejemplo, para reorientar las compras de invernada. O para ver qué se puede mejorar en el rodeo de cría en los que hacen ciclo completo”, apunta. Un eslogan que resume la filosofía del frigorífico dice que “no toda la hacienda vale lo mismo”, aunque parezca igual desde el punto de vista visual.

Además, en el frigorífico crearon un círculo de productores integrados, que pueden ingresar a un portal de seguimiento, que permite ver desde el momento en que los animales arriban a la fábrica y pueden seguir todo el proceso de faena hasta las medias reses incluyendo las características de calidad de carne, lo que permite verificar la trazabilidad de los animales a lo largo de su paso por la planta.

El frigorífico está faenando 16.000 cabezas mensuales y su producto principal es la carne premium, lo que exige una estrategia de integración con ganaderos que puedan aportar los animales que permiten generar este tipo de producto.

Las mediciones de calidad de carne se realizan a las 48 horas de la faena con un escáner que mide el área del ojo del bife entre las costillas 11 y 12. “Se saca una suerte de ecografía de cada novillo, donde se ve el color de la carne y de la grasa, el marmoreo y el área del ojo del bife, y se predice el rinde que va a generar de carne en gancho”, ilustra Guimaraenz.

“Es un método objetivo y científico que no depende de una persona que diga cuál es el premio por otorgado y cada productor ve el resultado de cada animal remitido a la fábrica”, resalta. La del frigorífico Azul es una tecnología que es usada en la industria australiana y americana de carnes, que apunta al producto que busca el mundo prioritariamente. “Ofrecer una calidad determinada a los importadores permite que parte de ese reconocimiento en el precio se derive hacia los productores remitentes”, agrega Guimaraenz.

“Es un cambio de paradigma versus la situación anterior, en la que los productores estaban acostumbrados a recibir un precio pactado por la hacienda cargada y un descuento por machucones o malas vacunaciones; ahora reciben el precio pactado y bonificaciones de acuerdo a la calidad de cada animal mediante estas mediciones, que son las únicas que se realizan en el país. Así, se empieza a pagar la genética de calidad y el buen manejo en el campo, y se ayuda a los productores a elegir bien los reproductores que pueden aportar características positivas a los rodeos de cría”, concluye.

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