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Llaryora: las palabras y las cosas

“Crueldad”: finalmente Llaryora pronunció esa palabra para caracterizar al gobierno nacional y la puso en boca de algunos funcionarios. No fue muy audaz, esperó que el mismo presidente de la nación se autodenominara “cruel” como extraña virtud para usar el vocablo. En su lugar, el cordobés se ubicó del lado de la “solidaridad”, como si fuera una palabra mágica que pudiera cubrir la realidad social de una Córdoba que avanza a pasos de gigante en la precarización de la vida de su población.

¿Hace falta recordar que fueron sus senadores y diputados quienes apoyaron firmemente la Ley Bases que entregó facultades extraordinarias al poder ejecutivo nacional? Quizás Llaryora pronunciando la palabra “solidaridad” crea que borronea la historia, pero los hechos son los hechos.

Se reclama al gobierno nacional una mejor distribución de la recaudación impositiva, las provincias sufren ahogos presupuestarios con los recortes y los gobernadores se ven en problemas ante las campañas electorales. De ahí que el gobierno de la provincia hay salido a tomar deuda a elevadas tasas que, se sabe, pagará el pueblo cordobés con impuestos y ahogos presupuestarios.

Llaryora empieza a tantear un discurso opositor habiendo constatado que no sería rentable seguir entre los adoradores de Milei mientras este le pasa la motosierra de manera despiadada a sus propios ingresos fiscales. El gobernador “solidario” reina en una provincia donde la desigualdad es extrema, las grandes concentraciones de tierra que han visto un crecimiento exponencial de sus ganancias conviven con bolsones de pobreza donde el hambre se ha instalado como hábito como señalamos en este medio. La solidaridad con los grandes productores del campo es inclaudicable, se pide rebajas en las retenciones, se destinan cada vez más fondos para el sector y se mira, como detrás de un vidrio blindado, caer en la pobreza e indigencia a millones de personas, cuestiones de clase.

La impostura del Ejecutivo es tal que se arroga como mérito “no haberle quitado el incentivo docente” a las y los trabajadores de la educación que laburan cada vez más horas por salarios magros y encima tienen que soportar el descuento por hacer paro. O sea, niega el básico derecho a huelga, paga miseria y su mérito es no quitarle aún más plata. Eso también es violencia.

Estos tiempos de ajuste, donde los modelos de desigualdades extremas como estos crujen aún más, el modelo del “cordobesismo” que supo fundar De la Sota con Schiaretti parece empezar a tener problemas mayores una vez que el país se homogeniza en el camino de la miseria planificada. Una vez más el mundo real puede más que las palabras.

Llaryora se apuró a salir en la foto de aquel Pacto de Mayo en la misma capital mediterránea donde el compromiso de avanzar sobre los derechos sociales de las mayorías parecía un honor. Ahora que no le garpa parece que veremos piruetas discursivas.

Son muchos los trabajadores que en Córdoba vienen haciendo gimnasia de lucha, hace poco los judiciales lograron un triunfo significativo. En estos últimos tiempos pudimos ver duras luchas, trabajadores de la salud y docentes recorrieron todos los rincones de la provincia, el paro nacional también si hizo sentir en las fábricas, los municipales del SUOEM han poblado las calles en estos últimos meses contra el intendente Passerini, otro “cordobesista” del PJ local, no han podido ser derrotados tampoco los trabajadores del estratégico e histórico sindicato Luz y Fuerza. A esto hay que agregarle los movimientos que en el último tiempo se vienen dando en las gigantesca UNC donde estudiantes vienen de más de una lucha, acumulando experiencia de asambleas, tomas y marchas masivas.

El camino es por ahí, una articulación que gane la calle es lo que puede no solo frenar los ataques sino también dar pasos firmes en revertir la miseria en la que está sumida una enorme mayoría de la población cordobesa. Hay que lograr movilizar a las centrales de trabajadores, los sindicatos, las organizaciones estudiantiles para asestar golpes a la altura de la situación. Esa es la verdadera solidaridad que necesitamos para poner de pie al movimiento social que en Córdoba puede tener el tamaño de un gigante.

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