Donald Trump envió en la última semana decenas de cartas para reforzar las amenazas sobre acrecentar los aranceles hasta en un 50 % si no son cumplidas sus condiciones. Entre los países más importantes sobre los que el imperialismo noteramericano redobló la presión se encuentran Brasil, Japón, Corea del Sur, Indonesia, Argelia, Libia e Irak. Según funcionarios de EEUU la fecha del 1 de agosto esta vez sí sería un límite inamovible para llegar a un acuerdo con la Casa Blanca si los países quieren evitar las sanciones. En los hechos están estirando el plazo que vencía este 9 de julio, ante la casi inexistencia de nuevos acuerdos comerciales.
El problema para Estados Unidos es que no está logrando frenar su decadencia como economía más grande del mundo ante la emergencia de China y Trump pretende lograrlo a la fuerza abusando de su capacidad imperialista, pero hasta ahora no ha tenido éxito. Su plan de aumentar los impuestos a las importaciones lanzado el 2 de abril, terminó generando más temor a sufrir pérdidas en el capital concentrado nortearimacano que en el resto del mundo. El levantamiento de la medida por 90 días (hasta el 9 de julio) con el objetivo de abrir negociaciones, no dio lugar a la firma de ningún tratado concreto (sólo dos declaraciones generales, una con Inglaterra y otra con Vietnam). La retórica ofensiva de Trump puede estar siendo más eco de su debilidad que de la fortaleza que pretende mostrar.
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En lo que podríamos llamar esta nueva ronda de negociaciones, el caso de Brasil llamó especialmente la atención ya que Trump añadió a las exigencias económicas que se libere de cargos a Jair Bolsonaro, acusado de planear un golpe de Estado contra Lula durante el anterior mandato del actual presidente. Teniendo en cuenta que Estados Unidos fue un actor clave en el golpe judicial que implicó la prisión del propio Lula y el impeachment a Dilma Rousseff que le permitieron a Bolsonaro asumir la presidencia en 2019, la exigencia de Trump es un nuevo intento de injerencia imperialista.
Lula publicó una respuesta este miércoles en la red social “X” afirmando que defiende la soberanía de Brasil y que se reserva el derecho de responder a la suba de aranceles con medidas recíprocas. Si bien Brasil viene reforzando sus lazos con China mediante su participación en los BRICS (y de ahí la ofensiva norteamericana), las empresas estadounidenses que funcionan en el país conservan intactos sus negocios. Las políticas de Lula no pueden lograr ninguna independencia real para Brasil, sólo negociar los grados de dependencia dentro del tablero mundial.
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En sus declaraciones, Trump ha ofrecido como alternativa a los países amenazados que trasladen su producción a Estados Unidos para evitar aranceles y afirmó que no dudará en volver a escalar en la guerra arancelaria si recibe como respuesta medidas que afecten las exportaciones norteamericanas. Por sus métodos, es imposible saber cuánto hay de verdad en sus palabras y cuánto de intentar llamar la atención para buscar golpes de efecto para negociar en mejores condiciones.
Este nuevo capítulo de la guerra comercial aumenta los riesgos de crisis económicas (y agudiza las tensiones militares) que las grandes multinacionales siempre buscan hacer recaer sobre los trabajadores. El capitalismo hace crecer la confrontación por la defensa de los Estados de las ganancias de sus propias burguesías, no hay salidas positivas para las grandes mayorías dentro de este sistema. Sólo una economía basada en la cooperación como la propuesta por los socialistas revolucionarios puede hacerle frente a los graves problemas que enfrentan los pueblos del mundo.